Disfruto la manera en que me miras, no es vanagloria, pero aprendí a distinguir tus miradas. Me complace sonrojarte, hacer que cambie tu semblante y se torne nervioso, que busques la manera de acercarte y tener contacto conmigo, en muchas ocasiones sin disimulo. Me gusta sentir como aprietas mi cuerpo al tuyo al abrazarnos y como tus manos buscan un espacio para esconderse de las miradas que nos rodean y recorren mi cuerpo en señal de “no te olvido”. Hacernos creer que cada uno tiene el control, es un gran placer en este juego.
Le hemos dejado nuestros encuentros a la casualidad y ese es su verdadero encanto.
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